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No dia 13 de setembro de 1987, dois catadores de lixo de Goiânia encontraram em um ferro-velho um cilindro contendo uma luz azulada. Era uma cápsula de Césio 137. Precisamente 19,26 gramas. O suficiente para se transformar no maior acidente radioativo do país e um dos maiores fora de usinas nucleares no mundo. Quem foi exposto passou a sentir  diarreia, nâuseas, tonturas e vômito. O tratamento nos hospitais públicos nunca considerou a hipótese de radiação, o que só ocorreu duas semanas depois. O resultado foram 104 mortes, 1,6 mil pessoas afetadas diretamente e 13.500 toneladas de lixo atômico enterradas no município de Abadia de Goiás.

Césio matériax

No dia 4 de outubro de 1987, um domingo, o Diario trouxe a história da tragédia em uma chamada de capa onde a manchete era a existência de um esquadrão da morte no estado. No texto publicado na página de Últimas Notícias, o drama de pessoas que estavam sendo transferidas para tratamento no Rio de Janeiro. O desconhecimento só ampliava o preconceito.

Uma das melhores descrições sobre a tragédia de Goiânia veio através da música. Em 1992, o panamenho Rubén Blades aproveitou a história real para fazer poesia e denúncia com El cilindro, integrante do seu álbum Amor y control, que celebrava criticamente os quinhentos anos de chegada dos europeus à América. Altamente recomendado.

El cilindro

(Rubén Blades)

Encontraron el cilindro y a su casa lo llevaron con cuidado, como a una bendición.

Era Pascuas, y el objeto su regalo, y los niños se encantaron con su aparición.

Abrieron el cilindro y se maravillaron cuando vieron dentro un mágico color,

como una estrella, polvo de cielo, que alegraba su miseria con su luz.

Sobre sus cuerpos lo restregaron, y lo adoraron como si fuera Jesús.

Los vecinos se enteraron y curiosos visitaron “a la casa en que de noche sale el sol”.

El cilindro y la familia fueron la mejor noticia de la Prensa, Radio y la Televisión:

“Un milagro de Dios?”; “Otro Mago de Oz”; “Regalo de un Platillo Volador?”

Aquel cilindro, con el polvo de cielo que alegraba su miseria con su luz.

Sobre sus cuerpos lo restregaron, y lo adoraron, como si fuera Jesús.

La luz del cilindro fue menguando y al irse se fué apagando el amor que lo celebró.

Uno por uno fuimos pagando el precio cruel de los que basan su felicidad en error.

El gobierno explicó a través de expertos que, “los muertos fueron víctimas de radioactividad”.

Le dieron una multa a un hospital local, “por botar substancias tóxicas en un área popular”.

No hubo milagro, ni hubo justicia, y esa tragedia no es noticia ya.

Ni aquel cilindro, con el polvo de cielo, que alegraba a la miseria con su luz.

Ya no es noticia, esa tragedia de la Navidad sin el Niño Jesús.

Nadie se acuerda de la familia que, brillando, murió en la oscuridad.

El hospital pagó su multa, barata le salió la culpa, pues la vida de un pobre no vale na’.